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Amelia Puebla Escalona

Autor(es):
José Pedro Salgado Hernández.
Semblanza de la última alcaldesa de Yara.

84.jpgEsta mujer historia, tuvo la dicha de que momentos trascendentales de su vida, coincidieron con hechos memorables de la patria. Por ejemplo cuando cumplía en su tierra natal, el  49 aniversario de su natalicio,  ocurrido el 2 de diciembre de 1907, se producía por los Cayuelos en las proximidades de Niquero, el Desembarco del Yate Granma con 82 expedicionarios en 1956. 

Amelia procedente de una familia pobre y humilde, nació bajo el gobierno de ocupación norteamericana de Charles Magoon, el que dominó nuestro país entre 1906 y 1909,  le correspondió al igual que miles de niños cubanos, el tener que abandonar sus estudios para ponerse a trabajar, para con pocos centavos poder aliviar el hambre de sus siete hermanos. Ella lo hizo a la edad de 11 años.
 
La necesidad la obligó; su padre Emiliano Puebla los abandonó y concibió una nueva familia, él no tenía absolutamente nada que dejarles, dado que su abuelo, nunca había reconocido a su padre, por considerarlo no legítimo, es decir un bastardo. Dentro de las primeras actividades laborales que desempeñó esta adolescente se encuentran el lavar, planchar y coser, las que vinculaba con las actividades domésticas de su hogar.
 
Esta niña le apenaba salir, pues contaba con un solo vestido y un par de zapatos. A los 13 años ya sabía hacer ropas de todo tipo, las camisas de hombres las hacía por un precio de 20 centavos y los pantalones por 30. Entre las décadas de 1920 y 1930 se trasladó por dos meses para Cabagán, lugar donde le pagaban 15 pesos mensuales por coser.
 
En ese lugar o barrio perteneciente a Yara, comenzó a tener vivencias directas,  sobre las condiciones económicas y sociales que vivía el país, en las que prevalecían los juegos sucios, la prostitución y el alcoholismo. Estos vicios y características inherentes de la seudorepública engendraban cada vez males mayores.
 
Sus conocimientos sobre la realidad cubana, se van afianzando y con ello aparecen las ansias de luchar. A partir de 1936,  trata de mejorar, y deja su trabajo de costurera para dedicarse entonces al oficio de vendedora ambulante. La mayoría de sus productos en los que prevalecían los de quincallería, le llegaban desde Holguín y eran diversos, en ellos aparecían desde escobas hasta ropas. Este negocio lo simultaneaba con el cobro de recibos de asociados a distintos clubes e igualas médicos. Antes de ser farmacéutica, trabajó como vendedora de seguros en Yara y Manzanillo.
 
Toda esta diversidad de trabajos le posibilitó establecer nuevas relaciones sociales, al viajar de Yara a Veguitas, Manzanillo y muchos lugares de campo. De esa manera luchó, al igual que uno de los grandes próceres cubanos que ella admiró, Antonio Guiteras Holmes.
 
El trabajo y las difíciles condiciones en que vivió desde su propio nacimiento, le abrieron el camino para convertirse en una luchadora amante de la historia. Ella expresaba que sintió un gran dolor al conocer de la muerte de Mella en 1929. Ya para esa fecha contaba con 22 años y seguía la lucha que desarrollaba en el país él y Rubén Martínez Villena.
 
En 1935 se afilia a una organización política, el grupo de Acción Republicana, ahí conoció a Ulises y Dulce Estrada y a Francisca Rivero madre del comandante Pití Fajardo, a los comunistas de Yara Arriba Miguel Ángel Figueredo, a los hermanos Pepe y David Mestre así como Paquito Rosales y Blas Roca Calderío. Para 1951 su pensamiento y acción revolucionaria va evolucionando y se afilia al Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo.
 
Ella expresaba en sus diálogos que se sentía revolucionaria de alma, corazón y hecho. A partir de 1953 tuvo que dejar de cobrar los seguros que alternaba con la de farmacéutica y se quedó con este último, no podía ya con los dos trabajos, por lo que se afianzó en el negocio del Dr. Ramiro Espinosa. 
 
Ya desde mucho antes Amelia se enraizó en Yara, admirando desde su terruño a los héroes nacionales y de su pueblo. Ella pese a tener una memoria prodigiosa lo anotaba todo, desde lo que percibía en las tertulias familiares, leía o escuchaba a otros y si era de Yara y descubría que era interesante, entonces lo plasmaba en documentos, convirtiéndolo ya en Historia.
 
Fue tanto el amor que sintió por Yara, a la que idolatró, y como reflejo de ello decía: "[...] no puedo renegar de mi pueblo... Yara no me puede faltar, me siento como una piedra de la calle, un árbol del parque... no sé, soy así.(1)
 
Su identidad por el lugar donde nació, se fue fortaleciendo y cada parte, objeto, hecho o fenómeno que ocurría, iban apareciendo en sus anotaciones, en forma de crónicas, muchas de ellas hoy inéditas. De esa manera hizo un gran aporte a la historiografía local, pues a través de ella, los que nos dedicamos al estudio de la Historia Local hemos conocido, la historia del tamarindo que crece junto al monumento al cacique Hatuey, árbol símbolo natural del territorio que recientemente cumplió 114 años.
 
Ella nos legó una descripción minuciosa, de los cementerios de la localidad, de las iglesias, sus pastores, sacerdotes y feligreses. Abordó la historia de los parques, la existencia y ubicación de los fuertes españoles construidos en las guerras, desarrolladas en la II mitad del siglo XIX. Confeccionó una lista extensa, con los nombres de los principales capitanes pedáneos que gobernaron en el Partido de Yara, surgido en las primeras décadas del siglo XVIII.
 
Además destacó en muchas de sus anotaciones la historia de la carretera, los puentes, la vida de las familias, su comportamiento e ideología. En esencia tuvimos en ella, a la primera historiadora, recolectaba todo lo que consideraba un exponente de la historia. De esa manera por las donaciones que ella hizo, en gran medida pudo inaugurarse en 1982 el Museo Municipal de Yara.
 
Como historiadora empírica, guardaba celosamente revistas, recortes de libros, testimonios que transcribía, ladrillos, campanas, documentos de gran valor, fotos, y anotaciones sobre las tradiciones culturales de su pueblo, tales como las fiestas de San José, las fiestas del arroz, y las verbenas, destacando siempre las de 1925 y 1951. 
 
Su papel en la lucha clandestina, al lado de la Revolución fue intensa, integró la primera célula del MR- 26- 7, fundada en este pueblo en 1956 por Daniel Motolá Herryman (Pito). Este abandonó el país en los primeros momentos del triunfo revolucionario. En la célula asistía a las reuniones en horario nocturno, y generalmente con cuidado extremo la hacían en la farmacia donde ella trabajaba.
 
Pronto el dueño de la farmacia el Dr. Ramiro Espinosa, se enteró de su simpatía y accionar revolucionario. Ella quería hablar con él para pedirle un aumento salarial, pues las ventas todos los días iban en aumento en la farmacia. Pero Ramiro también quería hablar con ella, y no la dejó hablar, le dijo que ella le estaba robando en el negocio y de rabia ella lloró intensamente respondiéndole que ella no tocaba lo que no era de ella.
 
Amelia sabía que él quería despedirla, y lo catalogó como un cobarde y un egoísta y Ramiro estirando su mano, le ofreció el salario de tres meses y un poco más consistente en 168 pesos. Las necesidades económicas la llevaron a retomar los trabajos que había desempeñado con anterioridad, la de vendedora ambulante y el oficio de costurera.
 
Desde esas condiciones continúo luchando incansablemente desde la clandestinidad, vendió bonos del MR- 26- 7, recaudo fondos y logística para la Sierra Maestra. En esos menesteres fue denunciada y detenida por los esbirros de la tiranía, junto con una compañera de lucha Georgina Barbán Mustelier (Gina). Las mismas fueron trasladadas para el cuartel de Manzanillo. En ese lugar sufrió los rigores de las torturas por un periodo de 18 días.
 
Esta mujer indomable, ya para esa fecha sufría de dolores intensos en el colon. El día que la detuvieron sólo había ingerido medicamentos y fue recibida con grandes empujones, la apretaron fuertemente hasta casi dejarla sin respiración, le torcieron y le viraron los brazos, le propinaron piñazos y patadas por todas partes, fue golpeada con una fusta, la arrastraron por el pelo en un piso frío e irregular, sin pulir en un trayecto de entre 12 ó 14 metros.

Ante tanta crueldad Amelia le dijo a sus verdugos "Los perdono, porque a ustedes los mandan"(2). Ojos Bellos, al oír aquellas palabras, se puso frenético y se lanzó sobre ella como una fiera y cerrando los puños los descargó sobre su cuerpo repetidamente, le afectó el tórax, sintió como todo su cuerpo se le acalambraba, el tórax se le quedó hundido de por vida, le partió el esternón, le arrancaron por los fuertes tirones su pelo, le desprendieron una oreja, y un hueso de la cadera.
 
Tuvo además grandes afecciones en la espalda, la cabeza y un brazo, perdió casi la visión de su ojo derecho. Por si eso fuera poco le hizo perder el conocimiento y junto a Gina fue violada salvajemente por aquellos asesinos. Amelia nunca se había casado, ya contaba con 51 años toda su vida la había consagrado a la familia, al trabajo y la lucha.
 
Los principales autores, de las torturas aplicadas en aquellos 18 días a estas revolucionarias fueron, Ojos Bellos, El Jiquí, Chipojo, Santana y Molina. Ellas ante los golpes, las injurias e improperios se mantuvieron firmes y de sus labios no lograron conocer ningún nombre. Ellas estuvieron a la altura de Mariana Grajales, Lidia Doce y Clodomira Ferrals.
 
Al salir del cuartel, para ver si se recuperaba e incorporarse a la Sierra Maestra, decidió irse para un pueblecito de Holguín, llamado San Germán, donde vivía una prima suya y con su salida de Yara aplacar un poco los comentarios, por lo que le habían hecho los asesinos del cuartel de Manzanillo, al mancillarle su honor.
 
Ya en San Germán, quiso colaborar con la causa revolucionaria y el pequeño grupo al dudar de ella, la tildaron de chivata, allí sufrió un arrebato dentro de una iglesia bautista y ante tal ofensa se quitó bruscamente la blusa, mostrando su delgado cuerpo, lleno de huellas indelebles, y les dijo a todos que quedaron perplejos.
 
¿Ven estos moretones? ¿Ven estos huesos partidos que se me salen? ¿Ven estas marcas de látigos? ¿Ven este tórax hundido? ¡Miren! ¡Miren estos pechos llenos de hematomas todavía! ¿ven cómo me arrancaron el pelo? ¿Creen ustedes que esto es camuflaje? ¿Creen ustedes que es esto, es lo que le hacen los esbirros a los chivatos? A algunos de los presentes se le salieron las lágrimas.(3)
 
En los primeros días del triunfo revolucionario regresó a su pueblo natal y se dedicó con júbilo a cumplir con todas las tareas revolucionarias.  Al conformarse los tribunales revolucionarios para juzgar a los asesinos y criminales de guerra, Amelia se dedicó a participar en los juicios como una testigo importante, así fue a varios esencialmente en Manzanillo y Santiago de Cuba. Por mucho tiempo albergó la esperanza de encontrar con vida a su hermano, el luchador clandestino Emilio Puebla Escalona, desaparecido por los Masferrerista de Juventino Sutil un 19 de agosto de 1958. 
 
A esta heroína que trabajó la historia desde adentro, desde sus raíces y que fue protagonista de actos de rebeldía y patriotismo en los años, en que vivió de la República Neocolonial y la Revolución en el poder, no se le reconocieron tales virtudes en los momentos iniciales del triunfo revolucionario fundamentalmente sus adversarios, que renegaron de ella. Fueron estos indudablemente pruebas de las manifestaciones del sectarismo que se dieron en el país y en las localidades al derrotarse la tiranía.
 
Los que lucharon querían que se le diera un lugar cimero, protagónico en la toma del poder político y en la dirección de los poderos públicos. Es por ello que al momento de ser elegida ella como subcomisionada del pueblo, se le preparó una campaña para que no asumiera al poder en marzo de 1959 y como una muestra elocuente de ello conservó la carta que le envió Tina Matos, para que ese puesto fuera ocupado por el pastor de la iglesia bautista Saturnino Matos.(4)
 
Asumió al poder el 16 de marzo de 1959. Los habitantes de este pueblo y sus dirigentes en aquellos momentos, no comprendieron en esencia quien fue en realidad Amelia Puebla Pérez, la que muchos tildaron de loca, porque criticaba lo mal hecho y lo llevaba hasta las últimas consecuencia.
 
Se jubiló enferma a los 71 años y se le entregó el carné del Partido Comunista de Cuba, el 20 de diciembre de 1981. Lo anterior encierra una moraleja, que Fidel Castro Ruz en una oportunidad nos trasmitió de la siguiente manera. Estudiar la historia y estudiarla a fondo, es quizás el instrumento más indispensable con que contamos para trasmitir valores, sentimientos patrióticos, sentimientos heroicos, sentimientos revolucionarios.(5)
 
Citas y Notas
 
1.-Ramírez, Juan. Amelia la última Alcaldesa. Ediciones Bayamo, Bayamo 2003.
2.-Ibíd. p. 59.
3.-Ibíd. pp. 66-67.
4.-Ibíd. pp. 71-72.
5.-Castro Ruz, Fidel. Discurso pronunciado en la primera graduación del Destacamento Pedagógico, La Habana, Julio de 1977.


Publicado: jueves 15 de abril del 2021.
Última modificación: jueves 15 de abril del 2021.