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Sanguily un ídolo adoptivo y enigmático de Yara

Autor(es):
José Pedro Salgado Hernández.
Su verdadero nombre era Emilio Pedroso López.

81.jpgCuentan algunos pobladores en tertulias hogareñas y callejeras, que alrededor de los años cuarenta en una fecha no precisa, llegó a Yara Sanguily, hombre delgado y alto, de movimientos ágiles y de un sobresaliente verbo. Su presencia en el poblado es atribuida a Pepín Puebla, hombre que económicamente se perfiló en el giro del comercio, posición esta que le abrió las puertas al recién llegado para sostenerse económicamente y ampliar y desarrollar sus relaciones sociales.

En el pueblo trabajó como mecánico y cerrajero, oficio este que ejerció hasta los últimos días de su vida en la década de 1980, trabajo que simultáneo, con su empleo en un taller de bicicletas. Los vecinos que se relacionaron directamente con él, y los que no lo conocieron físicamente, han comprendido en esencia que Sanguily fue un ser carismático, y a la misma vez, con una personalidad llena de enigmas difíciles de desentrañar.
 
En el ámbito en que se movió, dejó huellas indelebles en los oficios como artesano, en la cultura y el dinamismo que poseía en su accionar revolucionario y patriótico. Su modesta y humilde vivienda, construida con retazos de latones, presentaba ante los ojos de los que transitaban por el lugar, una estética exclusiva, no se parecía a ninguna.
 
La referida vivienda estuvo ubicada, en la actual avenida José Martí, entre avenida Bartolomé Masó Márquez y Emilio Herrymán Pérez. La misma al igual que el estilo rococó estuvo cargado de objetos y llena de simbolismos revolucionarios, los que representó a través de las pinturas. Sin llegar el transeúnte que por la calle viajaba, conocía con sólo dar un vistazo, la ideología del dueño de aquel humilde hogar.
 
Entre los símbolos que desde el exterior de su domicilio exponía, figuraban la bandera cubana y la del Movimiento 26 de Julio, ambas ubicadas en el frente. Además modeló con cemento el martillo y la hoz como emblemas de la URSS, y en el umbral de la puerta colocó la consigna revolucionaria, VENCEREMOS. Bajo las sombras de un gran almendro, diseminó un gran número de reguiletes que giraban constantemente, mostrando la dirección de los vientos.
 
En el tronco del almendro incrustó una lata con una P, que indicaba parada, la inmensa mayoría de los que pasaban por el lugar en horario de sol fuerte, se sentaban en la improvisada parada, que dio nombre al lugar: La parada de Sanguily. Aún hoy, bien avanzado el siglo XXI, los habitantes de este pueblo al referirse al lugar, dicen para ubicar la zona con el calificativo de «La parada de Sanguily». 
 
Fue carismático porque brindaba lo que tenía, un ejemplo de su bondad lo constituyó en 1980 una acción suya, mientras se construía el Estadium 10 de Octubre de Yara, se personó en el lugar y le ofreció al vicepresidente del gobierno Humberto Álvarez Ramón, una donación de 50 pesos como aporte personal a la obra. Ante la negativa del dirigente de aceptar el dinero, se enojó y fue tremendo, no entendió, hubo que aceptarle el dinero y se consumió en una merienda en presencia de él, que tomó la pala y batió mezclas con los constructores. Así era Sanguily.
 
Se define como un personaje enigmático, dado que aquellos que tuvieron el privilegio de tratar con él, no lograron penetrar y conocer aspectos elementales y novedosos de su pasado y su intimidad. Entonces cabría preguntarse ¿Quién en realidad fue Sanguily? ¿De dónde vino? ¿Cuál fue su verdadero nombre? ¿Por qué siempre vivió en soledad? 
 
Esta problemática llevó al autor a tratar de investigar, sobre la vida de ese hombre sencillo, que se movió por largos años en el pueblo dentro de las masas, sin historia, incursionando él, sin proponérselo, como un protagonista de la Historia social o la microhistoria. Lo cierto es que fueron apareciendo elementos importantes, el verdadero nombre de Sanguily, seudónimo que siempre utilizó, fue el de Emilio Pedroso López.
 
Siempre vivió solo sin que se le conociera familia alguna. Físicamente era de estatura alta, se encorvó al pasar de los años, y desgarbado, se asemejó al quijote de Don Miguel de Cervantes y Saavedra, para otros en su deambular por el pueblo, aunque en la mayoría de las oportunidades lo hacía en bicicleta, era el caballero de París de Yara, todo un personaje. Usaba con frecuencia un sombrero de Yarey de ala pequeña y en su copa mostraba con orgullo, algunas plumas de aves.
 
Al inaugurarse el Museo Municipal de Yara en 1982, Sanguily se personó en el lugar y dando muestras de su amor por la cultura de este pueblo, donó un objeto que aclaró muchas cosas sobre el triunfo revolucionario en la localidad, el 31 de diciembre de 1958, una pistola giro española 1913.  Él la tomó de la mesa del cuartel cuando los esbirros escaparon del lugar, fue de los primeros en llegar al lugar.
 
Al fallecer a las 8.30 de la noche del 25 de noviembre de 1985 en el hospital de Veguitas, se dispuso su sepultura en el cementerio de Yara. Este hombre dejó una impronta para adultos, jóvenes y niños, que no lo conocieron físicamente. Todo el pueblo hoy a bautizado, esa área geográfica del suroeste de Yara, ubicada al finalizar la avenida José Martí como la zona Sanguily, la parada Sanguily o la Placita de Sanguily, muchos erróneamente de las nuevas generaciones creen o lo asocian con Manuel o Julio Sanguily, patriotas cubanos que se destacaron en las guerras de independencia del siglo XIX.
 
El Sanguily yarense, fue un hombre de cultura, ávido de la lectura, amante del cine, del diálogo, por las tardes salía por las calles del pueblo como el Caballero de París. Según consta en su certificado de defunción tomo 16, folio 43 murió a los 81 años, estado civil soltero y sus padres se llamaron Andrés y Juana, él hombre era oriundo de Melena del Sur, en aquellos momentos provincia de La Habana.


Publicado: jueves 15 de abril del 2021.
Última modificación: jueves 15 de abril del 2021.