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El 11 de octubre de 1868

Autor(es):
Delio G. Orozco González.
Bautismo de fuego del Ejército Libertador.

Los materiales trasuntados a continuación está ubicados cronológicamente, desde el escrito por Bartolomé Masó Márquez, el 13 de octubre de 1868 -el más fidedigno por la fecha y figura de quien lo redacta-, hasta el testimonio de José Joaquín Garcés, dado a la luz pública en octubre de 1918. Distinguidos con el término de TESTIMONIO, los recuerdos de participantes directos en los hechos; con el sustantivo de RELATO, aquellas narraciones resultado de indagaciones posteriores.

TESTIMONIO 1Fragmento del parte rendido por Bartolomé Masó Márquez a Carlos Manuel de Céspedes el 13 de octubre de 1868 y que recoge lo sucesos acontecidos entre los días 10, 11, 12  y 13 de octubre de 1868.

En la sabana de Coboa descargó la tempestad, mojándonos el parque y las armas; sin embargo avanzamos sobre Yara, llegando a aquel pueblo de la Jurisdicción de Manzanillo ya con el crepúsculo: nos detuvimos frente a la entrada de Coboa; formados en columna desplegose la bandera y dieron entusiastas y estrepitosos vivas. Dos individuos salieron a avisarnos de parte del Capitán accidental, que era cubano, pués el propietario se hallaba en Manzanillo, que podíamos entrar sin cuidado. Al cabo de dos o tres cuartos de hora salió otro enviado por la misma autoridad a decirnos que acababa de llegar un destacamento enemigo de infantería y caballería por la entrada de Bayamo, ignorando el número. Mas ya nuestra fuerza distribuida por compañías se había mandado colocar en tres de las entradas principales del pueblo, ocupando la otra el resto que nos quedaba al Gral en Gefe y a mí, para entrar simultáneamente, dada la señal por nuestra cuenta y reunirnos en la plaza, esperando no tener para ello inconveniente alguno y ser bien recibidos por aquellos habitantes.=Esa evolución se ejecutó en medio de la más espantosa lobreguez de la noche, que ya nos había sorprendido y se presentaba lluviosa: el enemigo que logró penetrar sin ser apercibido por los nuestros, a quienes no hubo tiempo para prevenirlos, se alineaba en dos establecimientos que se hallan situados en el ángulo N de la plaza, y al avanzar las fuerzas al mando de el CC Juan Hall, José Rafael Masó y Emiliano García; viéndose los dos primeros envueltos entre aquel que los recibió con una ruda descarga, sorprendidos del encuentro inesperado, pero sin vacilar contestaronle esta con algunos tiros y se trabó el combate: seguidamente avanzaron los que mandaba García, Calvar y la nuestra, reuniéndonos instantáneamente con los primeros en la plaza de donde parado el fuego nos replegamos hacia una calle a menos de dos cuadras de la misma, dándose el toque de llamada. El Gral en Gefe y el que suscribe, a su vez salieron; el primero a recoger el convoy que por precaución se había hecho colocar en un lugar apartado, y el segundo a recorrer las afueras de la población para hacer entrar a los rezagados: y una vez de regreso allí, reunidos nuevamente todos, excepto seis ú ocho desertores, que ya han vuelto a nuestras filas; a pesar de un refuerzo de cincuenta hombres que en aquel momento nos llegara al mando del C José Rafael Izaguirre Pabón, y del deseo gral de aquellos patriotas, que, aunque mojados, transidos de frío y rendidos de fatiga, pedían a gritos cargar al machete sobre el enemigo, quemando sus atrincheramientos, si era preciso; el Gral en Gefe, oido mi parecer y el de otros gefes, ordenó la retirada, que ni nuestro propósito había sido entrar en el pueblo á viva fuerza, ni la prudencia, en nuestro concepto, pasado aquel encuentro, aconsejaba, otra medida, tomando en consideración; además, así como la conveniencia de llegar cuanto antes á Naguas, que era el punto objetivo de la expedición á fin de reorganizar y descansar; la desventaja de nuestras posiciones, el mal estado de nuestro armamento y porque casi inutilizado por la lluvia alguno; la inconveniencia de la hora, el mal tiempo que continuaba amenazándonos y; por último, que para convencernos del valor e intrepidez de nuestros soldados bastaba con el primer choque, como bastaba para el bautizo de sangre de nuestra bandera, con la derramada por los sicarios de la tiranía= Serían las 12 de la noche que, dado el toque de marcha, arrancamos de aquel pueblo por el SE de la extensa sabana que lo rodea de N.E á SE; y después de haber marchado poco más de medio kilómetro el Gral en Gefe que con sus cuatro ayudantes había ido a retaguardia de la columna a fin de evitar que quedasen rezagados; al volver á allá, se fue deslinzado envuelto por la oscuridad, sin que, sin salir de la sabana y llevando poco más ó menos el mismo rumbo lograra incorporársenos; más después de haber andado alguna distancia, tuvo un feliz encuentro con una partida de ciento cincuenta hombres al mando de los CC Jayme Santiesteban y Luis Marcano, que habiendo salido de Jibacoa aquella tarde en prosicusión nuestra al pasar por el Zarzal, oyeron nuestro fuego y marchaban a reforzarnos. De pronto, como era natural, dada la voz primera de ¡alto! y ¿quién vive? se desconocieron y prepararon las armas; mas repetido ¿quién vive? que se contestaron simultánea y enérgicamente: ¡Cuba-libre: el Gral! se reconocieron y quedaron reunidos; informados aquellos de los ocurrido, proponían ir sobre la columna para que retrocediesemos, y reunidos cargásemos de nuevo sobre el enemigo. El Gral en Gefe aceptaba la proposición en cuanto a ellos; pero no en cuanto á nosotros que ya íbamos en retirada y, como antes se ha dicho, rendidos de fatiga, etc (&); por lo que tuvieron á bien desistir, acordando pasar el resto de la noche en la hacienda "Calambrosio"; marchando desde luego ellos y enviandose al que suscribe prácticos para que condujese la columna a la misma hacienda.=El río Yara lo vadeamos por el paso nombrado de Cabagan, sin haber tenido mas dificultades ni demora que la producida por la estrechez y mal estado de los barrancos, donde había necesariamente que enfilar y hacer pasar una, a una las cabalgaduras, pues casi toda la fuerza viene montada, a escepción de la compañía que denominamos de zapadores, constituida por los antes esclavos del Gral en Gefe y otros: una vez ya afuera en la otra aun más extensa sabana que rodea también ese pueblo de N O a S E, cuya circunferencia es de diez leguas, y que va de trecho en trecho tomando los nombres de diferentes haciendas que están a su frente, entre las cuales se halla la de Calambrosio, de la pertenencia del Estado; concedí permiso a una parte de la fuerza para que pasase al establecimiento del español José Vilá, con objeto de que se proveyese de licor, tabaco y otros efectos; todo lo que fue pagado religiosamente, ofreciéndosele además, garantías de seguridad á aquel comerciante=De dos y media a tres de la madrugada rendimos la marcha en dicha hacienda donde fuimos recibidos con las más entusiastas demostraciones por parte de aquellos compañeros de armas, que nos esperaban ávidos de conocer por todos el efecto de nuestro primer ensayo [...]
 

Fuente: Archivo Nacional de Cuba. Fondo Adquisiciones. Caja 101. No. 3



TESTIMONIO 2. Artículo titulado "Apuntes históricos de la Revolución", de la autoría de Ángel Maestre, publicado en 1894.

A las cuatro de la tarde, y después de haber comido, se formó la columna, y al disponerse en marcha por el camino de Manzanillo, se presentó un grupo enemigo como exploradores, y otro de nuestra columna salió a su encuentro; mas después de algunos disparos entre ambos, aquellos huyeron quedando herido del brazo derecho, el valiente joven Ángel Arias y Berdecia; esta fue la primera sangre que se derramó en la revolución.
 
El armamento de nuestra improvisada columna lo componían 45 escopetas, entre ellas algunas amarradas con yarey, 6 trabucos y algunos machetes, y en tal disposición proseguimos la marcha, penetrando a las siete y media de la noche en el poblado de Yara. Allí rompió su fuego el enemigo sobre nuestra columna, que se dispersó, quedando nosotros derrotados en el primer paso que dábamos para romper las cadenas del esclavo.
 
Con Céspedes permanecimos en el lugar 12 hombres, y la bandera en mi poder, más parece que alguno exclamó ¡todo se ha perdido! y Céspedes le contestó en el acto: "aún quedamos doce hombres, bastan para hacer la Independencia de Cuba". (Palabras textuales.) 
                    

Fuente: Periódico Patria, 10 de octubre de 1894, p. 1



TESTIMONIO 3. Recuerdos escritos en 1909 y dados a la luz pública en 1918, de la autoría del coronel José Joaquín Garcés, uno de los hombres que acompañaron a Céspedes desde Demajagua hasta Bayamo.

El General en Jefe dispuso reconocimiento a Coboa; y ordenó a Rafael Castellanos (el primer corneta), dirigirse a Yara, explorando el trayecto, tratar de penetrar en el poblado sin hacerse sospechoso y, a serle posible, entrevistarse con el Capitán Pedáneo, indagando de esa autoridad española declaración de cual sería su actitud si los revolucionarios pretendían ocupar aquella población.
 
De regreso Castellanos informó a Carlos Manuel que el Capitán de Partido de Yara, careciendo, como carecía de medios de defensa resolvía esperar los acontecimientos, rindiéndose a discreción si los insurrectos penetraban en el poblado, y que exploradas las cercanías de Yara, no había rumores de enemigo.
 
Con esas impresiones emprendieron la marcha rumbo a Yara. No habían andado una milla cuando ya estaban sufriendo la empapada con que los obsequiaba menudo chubasco que los sorprendió en la sabana. No fue lo peor para los insurrectos la mojadura de las ropas, sino que la falta de previsión hizo que se inutilizaran los cartuchos -de papel- que portaban en las faltriqueras de la chamarreta, y aún algunas escopetas se empaparon de tal forma que no era posible hicieran fuego si se pretendía dispararlas.
 
Cuando el sol tocaba a su ocaso dieron vista a Yara. La noche se presentaba obscura, consecuencia de negros nubarrones que cubrían el firmamento. Hicieron alto para unir las filas, y en columna cerrada marcharon sobre la población, haciendo la entrada por una sola calle, con dirección a la plaza, situada en el centro del poblado.
 
Mientras tanto, cien infantes y 25 caballos de tropa española, procedentes de Bayamo en camino a Manzanillo, penetraban en Yara por rumbo opuesto a los insurrectos, llegando ambas fuerzas simultáneamente a la plaza.
 
Tras un ¿quien vive? un disparo y tras éste una descarga. La sorpresa había sido para ambos contendientes: ni unos ni otros esperaban el encuentro; pero bajo cualquier punto de vista que se mire el hecho, lo peor del caso estaba de parte de los insurrectos, que a pesar de lo inesperado del choque, se aprestaron a repeler la agresión, y contestaron disparando sobre el enemigo, guiando la puntería a la luz de los fogonazos de las armas de los contrarios, pues la obscuridad de la noche no permitía que se distinguieran uno a otro enemigo. Algunas escopetas dieron fuego; pero la mayor parte de ellas estaban inutilizadas por la humedad, y el que al disparar se persuadía de que su arma no respondía al deseo, fiaba en la retirada su salvación, arrastrando tras sí a los desarmados que nada les quedaba que hacer allí viendo huir a los que portaban arma de fuego.
 
Algunos revolvers sostuvieron pocos momentos el fuego, mas al notar la soledad en que iban quedando, emprendieron la retirada a paso ligero.
 
Que aquella tropa española no estaba prevenida lo confirma lo nada certero de su puntería, que a pesar de la corta distancia que mediaba de enemigo a enemigo, sólo una bala dio en el blanco, resultando muerto Fernando Guardia Céspedes, primero en ofrendar su vida en aras de la redención de la Patria en la epopeya del 68.
 
La dispersión debió haber sido completa; pero efectuada en grupos, bien pronto se reunieron unos a otros, incorporándose a Carlos Manuel que con número reducido se dirigía a Cabagán, finca situada a las riberas del Yara, entre los poblados de Yara y el Zarzal.
 
Es de hacer constar que Emilio Tamayo no se separó den toda la jornada del General en Jefe, llevando la bandera desplegada, bandera confiada a su valor, patriotismo y pundonor, cualidades que lo distinguieron al extremo, que a los 39 años de su muerte, acaecida en Santa Ana de Yeo, defendiendo una trinchera con un puñado de valientes, no falta quien lo recuerde, citándolo como ejemplar.
 
Habíamos dicho que Luis Marcano había revolucionado el barrio de Jibacoa, y añadimos ahora que el día once, de ese punto hizo rumbo a El Zarzal, a donde llegaba dispuesto a pernoctar, cuando fue sorprendido por las detonaciones de Yara. Después de orientado, dio orden de continuar la marcha, rumbo a donde se había oído el fuego. 
 
Como ignorante de lo que había ocurrido, dispuso hacer la marcha con lentitud y precauciones, a fin de evitar algún percance.
 
Al llegar a Cabagán notó la proximidad de gente montada; dispuso reconocer quienes eran los que venían sobre él, resultando el encuentro con Céspedes que con algunos de sus parciales llegaba en ese momento a ese lugar.
 
Ambos caudillos conferenciaron algunos minutos sin desmontarse de sus cabalgaduras, dando orden de continuar a Calambrosio, hacienda de crianza inmediata a Cerro Pelado.
 
Al ruido de las voces que procedieron al reconocimiento de Céspedes y Marcano, se dirigieron algunos de los dispersos, incorporándose al grueso de los insurrectos.
 
Era ya la media noche cuando acampaban en Calambrosio [...] se retiraron a descansar de las peripecias de ese día.                 


Fuente: Periódico La Discusión, jueves 10 de octubre de 1918.
 



RELATO 1.  Narración y juicio de los acontecimientos ocurridos en Yara de la autoría de Eladio Aguilera Rojas, publicados en 1909.

Según se proponía Céspedes, por la tarde salió de "Palmas Altas" y se dirigió a Yara. Por el camino les cayó un fuerte aguacero. Cerca ya del pueblo, mandaron dos exploradores a reconocer si había alguna fuerza dispuesta a resistir. Volvieron aquellos diciendo que no había; que el capitán de partido se había ausentado, y el teniente estaba dispuesto a entregar el pueblo.

Muy alborozados los cubanos emprendieron la marcha sobre Yara; pero al entrar en la plaza que ocupa el centro del pueblo, dando vivas a Cuba libre, fueron sorprendidos por nutrida descarga. Tan inesperado recibimiento los desconcertó; algunos quisieron hacer uso de sus escopetas, pero estaban mojadas y pocas dieron fuego. La dispersión fue general, y como se hacía noche, algunos se dirigieron a sus casas y no volvieron a salir más a la guerra.
 
El hecho se explica así. Hemos visto que el gobernador de Manzanillo pidió auxilio de tropas al de Bayamo. Este inmediatamente le envió 100 hombres de infantería y 25 de caballería, al mando del comandante Villares. Esta fuerza debía pasar por Yara en su ruta a Manzanillo. Cuando los exploradores de Céspedes estuvieron en el poblado, no había llegado aún; mas apenas se retiraron entró la pequeña columna enemiga, e informado su jefe de que los insurrectos estaban cerca y se proponían entrar en breve, hizo emboscar a sus soldados en las casas que rodeaban la plaza. Fue así que cuando los cubanos, ignorantes de lo que pasaba, entraban confiados en el pueblo, fueron sorprendidos por el hostil recibimiento que estaban muy lejos de esperar.
 
De este encuentro resultaron dos muertos; uno de parte de los cubanos y otro de los españoles; el de estos fue un soldado de apellido Aguilera, y el de los cubanos el patriota Fernando Guardia Céspedes. Tales fueron las primeras víctimas de la revolución de 1868.
 
Cerca de la media noche ya se había reunido Santisteban y sus compañeros, Luis Marcano y algunos otros que lo acompañaban, y al frente de unos 300 hombres se dirigían a Yara, donde esperaban encontrar a Céspedes. Estando aún en la sabana de Cabagán y cerca de la tienda del español Riera, como sintieran gente que marchaban en dirección a ellos, dieron el "alto" y al reconocer la fuerza vieron con sorpresa que eran Carlos Manuel de Céspedes, Manuel Calvar (Titá) y Juan Hall. Preguntóles Céspedes dónde iban, y contestaron que a Yara, a reunirse a él.
 
[...] 
 
Tuvieron una corta conferencia [...] Propuso asimismo Marcano a Céspedes y sus dos compañeros ir a la hacienda de "Calambrosio" cerca de allí, donde podrían encontrar que cenar, pasarían la noche y mandarían a recoger los dispersos. Todos aprobaron el plan de Marcano y se dirigieron a Calambrosiso. Por el camino se les unieron algunos de los fugitivos de Yara. 

                             
Fuente: Eladio Aguilera Rojas. Francisco Vicente Aguilera y la Revolución de Cuba. Librería e Imprenta La Moderna Poesía, La Habana, 1909.

 



RELATO 2. Fragmento de las valoraciones hechas por Ismael de Céspedes sobre el libro de Eladio Aguilera Rojas: Francisco Vicente Aguilera y la Revolución de Cuba. 

Al amanecer del propio día [...] se puso Carlos Manuel en marcha con su fuerzas, casi desarmadas con dirección al poblado de Yara, distante cuatro leguas de Manzanillo, para reforzar su tropa con nuevos soldados y ocupar las armas y municiones de los voluntarios que servían de base a la organización del Ejército Libertador.

[...]
 
Se hizo alto en Palmas Altas para vivaquear y dar algunas órdenes. El caudillo arengó a sus fuerzas en la elocuente palabra que le era familiar e hizo los nomramientos de algunos Jefes y oficiales de fila y del Estado Mayor.
 
A medio día la columna con sus jefes, reconocidos por la orden del día marchó de frente en correcta formación hasta la finca Caboita donde hicieron alto para parlamentar con el Capitán del Partido de Yara intimándole la rendición de la plaza ofreciéndole garantía de vida y hacienda para él y todos los moradores del poblado y aceptadas que fueron estas condiciones, se formó en movimiento nuevamente la columna para llegar al punto objetivo, antes del atardecer para evitar los efectos de la lluvia que ya amenazaba caer, y por que ignoraban que en el intervalo que medió entre la comisión del parlamentario de Yara y la vuelta a Caobita, se había presentado y penetrado en el poblado la fuerza que Udaeta enviaba al Gobernador de Manzanillo compuesta de 100 infantes y veinte y cinco caballos á las órdenes del Teniente Coronel Villar. La caballería iba mandada por [...] Muñoz amigo de los cubanos.
 
Estas fuerzas enteradas por los pacíficos del pueblo de la proximidad de las fuerzas libertadoras tomó en seguida provisión de la Iglesia y de las casas que rodeaban la plaza y esperaron la presentación de las fuerzas de Céspedes la que no se hizo esperar y el grito de Cuba Libre que dieron fue contestado con mortífera y atronadora descarga.
 
Ante tan elocuente y poco galante hospitalidad, retrocedieron los cubanos, no sin que algunos hicieran fuego en su retirada, con sus escopetas polvorientas y sus cartuchos mojados.
 
Con Carlos Manuel de Céspedes permanecieron algunos hombres, aunque pocos; entre ellos el valiente Ángel Maestre. La sorpresa hizo que algunos de los acompañantes de Céspedes, noveles en el arte de la guerra, profirieran palabras de desaliento, [...] A esta voz contestó Céspedes en el acto con la marcialidad del guerrero y la fe del patriota "Ciudadano, aún queda patriotismo y valor y con eso basta para hacer la independencia de la patria, con que adelante".

Con aquella noche de tempestad y lluvia torrencial se dirigieron Céspedes y sus pocos compañeros hasta la finca Cabagán donde encontraron hospitalario albergue. Allí acampó para reunir sus fuerzas, dispersas por la descarga de España, mojados y hambrientos. 

 

Fuente: Archivo Histórico. Oficina del Historiador de la ciudad. Manuscrito de 42 páginas sueltas de Ismael de Céspedes con apreciaciones acerca del libro Francisco Vicente Aguilera y la Revolución de Cuba de Eladio Aguilera Rojas. Legajo 31.      

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Publicado: martes 06 de abril del 2021.
Última modificación: sábado 17 de abril del 2021.