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Yara en el período Precolombino


Breviario sobre los asentamientos y legado de los pobladores originarios.

La presencia del hombre en nuestro archipiélago se remonta aproximadamente a diez mil años, cuando llegaron las primeras migraciones procedentes de Norteamérica, según esgrimen algunas hipótesis. Estas se establecieron temporalmente en la parte norte  Matanzas y de ahí se fueron trasladando a través del litoral paulatinamente hacia el este y el oeste. La mayoría de ellos vivieron a cielo abierto, en las zonas costeras a orillas de las desembocaduras de los ríos, donde la fauna y la vegetación le proporcionaron  abundantes alimentos, como el perezoso gigante, el manatí, la foca tropical, y diversas especies de animales más pequeños, que abundaban como el almiquí,  la jutía y la iguana.

Fueron encontrando otros animales que diversificaban su dieta alimenticia, sobresaliendo entre ellos los ostiones, moluscos, crustáceos, aves, jicoteas, caguamas, tortugas y careyes, abundantes en las zonas cenagosas y en la plataforma insular. Por su ubicación espacial, esta nueva cultura se caracterizó por tener como actividades económicas fundamentales la pesca, la recolección y la caza en  zonas cercanas al litoral donde habitaron.

Esas corrientes migratorias no sólo llegaron procedentes del Norte, donde se encuentra ubicado hoy los Estados Unidos, sino que otras llegaron de Centro América y Sur América de los territorios actuales de Nicaragua, Honduras y Venezuela. Para vencer las distancias  viajaron en rústicas balsas y  en canoas, caracterizándose por ser buenos navegantes y pescadores. En las largas travesías  hacían  escalas en cayos e islotes, estableciéndose muchos de ellos en distintas partes de las Antillas. Los que llegaron  a las costas de Cuba se ubicaron  en la Ciénaga de Zapata, la Península de Guanahacabibes, Isla de Pinos y con posterioridad se fueron  trasladando hacia la zona sur oriental, del archipiélago cubano.
 
La  llegada de estos grupos se produjo tardíamente, aproximadamente  hace 4 500 años a partir de una segunda corriente migratoria. Sus rasgos somáticos fueron semejantes a los de los grupos anteriores establecidos, es decir, los del indoamericano de procedencia mongoloide, no practicaban la deformación del cráneo y sustentaron sus relaciones en gentilicias y matriarcales, poseían una marcada división del trabajo por sexo y edades.  Creían en la vida después de la muerte y  manifestaban sus rituales  en el culto a sus antepasados, enterraban a sus muertos más de una vez. 
 
Los residuarios trabajados en el municipio Yara, evidencian la existencia de una numerosa población de aborígenes, como el Carnero en la zona de Cayo Grande en la Sal,  éste  llegó  alcanzar 100 m de diámetro. Por la abundancia de Cobos, el lugar es conocido por los campesinos con el nombre de la loma del caracol, en él aparecen restos de la dieta alimenticia huesos, mandíbulas de jutías, vertebras y espinas de pescados, petos de quelonios y gubias de conchas y muchos elementos de la industria de la piedra y la concha. El sitio no se encuentra lejano a la costa.
 
En el lugar aún queda un montículo de 10 metros, como fiel exponente de ese pasado precolombino. El mismo fue trabajado primeramente en forma inescrupulosa, por el político y doctor en medicina Bernardo Utset Macía, quien dedicó parte de su vida al coleccionismo y al estudio de la arqueología aborigen. En 1927 con tales fines fundó la organización "Los exploradores de Cuba". El desconocimiento de la historia y de las leyes del patrimonio cultural, han llevado al deterioro sistemático por muchos años de esa importante reliquia, fuente primaria de gran valor que muestra los elementos tangibles de la existencia humana, antes de la llegada de los conquistadores.   
 
Próximo aparecen los residuarios de Palo Seco, Sabana la Mar, Guajacabo, El Vero, Márgenes del Buey, El Veinticinco, La Escondida, Juraguá, Yamaqueyes, la Jagua y Gutiérrez pertenecientes al municipio Yara. De ellos se han obtenido diversidad de objetos culturales precolombinos  como pendientes y micropendientes líticos, Gubias de conchas, sumergidores de redes, aros líticos, hachas petaloides, esferolitas, majadores, morteros de piedras, raspadores, láminas, vertebras de pescado muy utilizadas por ellos en la  confección de collares, y artefactos de sílex.
 
En el sitio La Escondida, muy próximo a Juraguá han aparecido evidencias arqueológicas pertenecientes a los protoagrícolas, comunidades mesolíticas tardías, que se establecieron en Cuba hacia el 500 a.n.e. Se destacan entre los objetos encontrados las cucharas de piedra, y elementos trabajados de la concha, semejante a los localizados en Guanahacabibes, en el sur de Camagüey y Baracoa. Estas comunidades sobrevivieron a la llegada de los españoles y aunque fueron más evolucionados que los cazadores, pescadores y recolectores, no llegaron al nivel de los agricultores ceramistas, alcanzando un nivel de desarrollo intermedio.
 
Los agricultores ceramistas también poblaron esta  región, que conforma la provincia Granma y lo prueban las evidencias arqueológicas encontradas en muchos de los municipios señalados anteriormente y por las crónicas de la época, aparecidas en importantes documentos del siglo XVI. Por otra parte tenían una amplia gama de creencias, mitos, y prácticas mágico-religiosas asociado al logro por el hombre de un cierto dominio de la naturaleza, la presencia de la agricultura y la creación de una memoria histórica colectiva, que encuentra en el mito sus formas de trasmisión oral.
 
Por otra parte existe el contacto constante con la toponimia aborigen, y sus vocablos que   con frecuencia utilizamos,  constituyendo una herencia cultural legada y enraizada en nuestra lengua. Entre esas palabras aparecen bohío, Bayamo, Jiguaní, Baracoa, Guacanayabo, Camagüey, güira, macana, barbacoa, coa, hamaca, tabaco, canoa, aguacate, ají, maíz, guanábana, anón, yuca, casabe, burén, batey, areito, batos, caneyes, Guatíbere y Coboa, estos últimos nombres de lugares cercanos a Yara.   
 
En toda la franja costera del Golfo del Guacanayabo, que se extiende desde Cabo Cruz hasta Santa Cruz del Sur en Camagüey, concurrieron  las culturas aborígenes. Elocuente resulta entonces que en los sitios arqueológicos trabajados en la región dígase Río Cauto, Yara, Manzanillo, Campechuela, Media Luna, Niquero y Pilón en todos se manifiesta la diversidad.  Jiguaní, Bayamo, y Cauto Cristo,  aunque alejados de las costas también contaron con importantes núcleos de aborígenes, incidiendo en ello las importantes vías fluviales del Cauto y el río Bayamo, por las que navegaron hasta establecerse en tierra firme.  
 
Una parte considerable  de esas evidencias permanecen  como  exponentes en las salas de exposición permanente  de los Museo Municipales y en sus almacenes como una manera de proteger ese valioso patrimonio. El manzanillero Utset en su periplo de excavaciones llegó a trabajar sitios bien alejados de las costas como Yara Arriba y Canabacoa, el primero se ha tratado de localizar  y no ha sido encontrado, en ello ha influido significativamente las enormes crecidas del río Yara,  que con sus cargas de aluviones cubrió o arrastró el sitio con sus evidencias, situación similar sucedió en Yara, territorio seriamente afectado por las grandes crecidas del mismo río y Jicotea.
 
La existencia de todos esos residuarios en la franja costera sur, muestran objetivamente que la diversidad estuvo presente y que en armonía desarrollaron por siglos sus actividades, económicas, y sociales. Su ambiente comienza a cambiar al producirse la llegada de los españoles, que los convierte en encomendados, condición de esclavitud que los va exterminando y su posición pacífica se transforma en levantisca y rebelde fundamentalmente en la cercanías de las primeras villas ubicadas en la parte oriental, como Baracoa y Bayamo. En esta última las grandes sublevaciones indígenas pusieron en peligro a la dominación española; los conquistadores en respuesta acudieron a extremos crueles en su intento de aplastarlas.
 
A continuación aparecerán algunos objetos utilizados por los aborígenes y que han sido localizados en nuestros principales sitios arqueológicos. Elementos estos, tangibles que prueban su existencia de ellos, antes de la llegada de los europeos. Los aborígenes no sólo nos legaron esos objetos, sino la toponimia, y la  fitonimia, es decir los nombres de lugares, objetos y plantas vocablos Aruaco que hoy están presentes en nuestro idioma, tales como barbacoa, coa, canoa, Coboa, Guatíbere, Yara, caney, bohío, Bayamo, Guacanayabo, Camagüey, aguacate, guayaba, tabaco, tomate, yuca, maíz, guayo, casabe, burén, arco, batey, batos, areito. etc. 
 
Una parte de los objetos ilustrados se encuentran en el Museo Municipal de la localidad. 

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Publicado: miércoles 24 de marzo del 2021.
Última modificación: martes 13 de abril del 2021.